Retos del Educador: Siglo XXI

“No quiero máquinas, quiero gente”

“Si no entras por tu área, entra por educación”, muchos dentro del camino se apasionaron con el hecho de educar, otros nunca encontraron su propósito dentro de esta carrera, pero de todos modos culminaron su grado en Pedagogía. Posiblemente fueron tentados con la frase más escuchada “los maestros tienen grandes beneficios, tienen 2 meses de vacaciones pagadas, un sueldo envidiable, retiro y no se matan mucho” — si tan solo recordara quien me dijo eso en algún momento de mi vida le explicaría la nueva realidad con cara de resignación.

¿Cuál es la nueva realidad de un educador? Educar desde el corazón, pues ningún “beneficio” hace justicia al trabajo que se realiza día a día, como el dicho que dice “hacer de tripas corazones”. Ahora mismo las destrezas que solían ser importantes no cumplen ninguna función extraordinaria en nuestro contexto histórico y es más valioso ser un buen pensador, crítico de su entorno y accionar en crear cambios en pro de su espacio.

“Maestra yo honestamente no estoy aprendiendo nada, lo que me enseñan no me es útil en mi vida”, es una de las tantas frases que he escuchado de mis niños y me conectan con lo antes mencionado, reflexiono y mi interior busca respuestas.

Mientras más pasan los años la pasión por el proceso de enseñanza- aprendizaje va aumentando en mi ser — me apasionan los retos que me elevan el alma — y voy conectando con estudiantes que al igual que yo no paran de soñar. A la misma vez voy haciéndome preguntas, hasta cuando este sistema podrá soportar los retos que se avecinan, cuánto más podremos retener los estudiantes en este espacio que inspira solo al desinterés y al individualismo, pues educamos hacia otra dirección, distinta a donde nos dirige la historia.

Como me apasionan los retos parece que estos me persiguen, en el año 2015 llegan a mi sala de clases de escuela superior los estudiantes de 9no grado, producto de una reestructuración del sistema educativo, asustados, sin dirección, llenos de dudas y sin lograr completar su grado intermedio como normalmente debería ser.

El proceso de transición fue muy fuerte para ellos… y para nosotros. Identificar las habilidades de estos estudiantes fue complicado por su grado se inseguridad, pero era evidente que necesitaban algo más. Eran niños que solo llegaban a la sala de clases, se sentaban y automáticamente sacaban su libreta y lápiz, como si fueran máquinas. Yo estaba muy segura de que eso no era lo que quería para ellos, siempre les decía “No quiero máquinas, quiero gente”. Los seres humanos aprendemos de todo lo que nos rodea, necesitamos mirarnos, contemplarnos, conectarnos, de ahí parte el aprendizaje genuino.

Con toda la necesidad de mis estudiantes recogida en mi ser, un día del mes de octubre del 2015, comenzó esta aventura de Sin Recreo•Lab, cargada de ideas y esperanzas, queriendo brindar ese espacio para el aprendizaje activo, la resiliencia, el trabajo en equipo, el servicio, la autogestión, el respeto a la diferencia de opiniones, los retos, aceptar los cambios y crear un ambiente dirigido a donde nos lleva la historia de nuestro país.

Preparar a nuestros niños para encarar la nuevas dificultades que se presentarán y brindarle las destrezas para ver las oportunidades en cada una de ellas es indelegable. Seamos educadores, los educadores cambian vidas desde nuestras experiencias y las que nos rodean, más allá de los recursos tangibles, nuestro recurso más importante es el ser humano.

En una última reunión escolar, contemplaba una conversación muy interesante, los educadores pedían computadoras, indudablemente es una herramienta muy útil para trabajar en este siglo, yo loca por escuchar que pidieran gente, pero nunca lo hicieron, todavía no imaginan lo mucho que podemos hacer juntos. Educadores… juntos podemos hacer grandes cosas.

 

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