Entre el azul del cielo, algunos rayos del sol y unas cuantas nubes grises, transitamos un camino repleto de pinos gigantes. A lo lejos se apreciaban las montañas con sus picos llenos de nieve, también dejando ver sus áreas verdes mostrando indicios de que el verano había llegado. Las flores de la costa oeste sobresalían por cada esquina del camino.
El día más esperado de todo junio
El lunes tan esperado llegó. Fue una mañana de mucha emoción. Nos organizábamos para uno de los momentos más anhelados de el mes de junio del 2022: nuestra primera vez acampando en WA. Llevábamos algunas dos semanas de preparación, aprendiendo un poco sobre las diversas formas de acampar y lo que necesitaríamos para pasar una buena experiencia. Definitivamente, es bastante distinta la preparación comparado a acampar en Puerto Rico, así que mucho de esto fue bastante nuevo para nosotros.
Preparé desayuno, cociné las comidas que llevaría pre-hechas y organicé la neverita con lo que se debía conservar en frío. Mientras, Ariel —mi esposo y compañero de vida— se encargó de montar el equipo necesario en la guagua: la caseta, las sillas y cajas que tenían todo lo que necesitaríamos para este acontecimiento.
Eran cerca de la 1:30 de la tarde, llegó la hora de salir de la casa. El clima prometía dos días de sol con temperaturas calientes, madrugadas frías cerca de los 38 grados y para el último día se pronosticaba mucha lluvia. ¡Estábamos listos para la aventura!
El lugar donde acamparíamos estaba a 36 minutos de nuestro hogar, así que salimos con tiempo para disfrutar del paisaje, sin prisa, es nuestra parte preferida, por lo menos la mía y la de Ariel. A Irael —nuestro hijo—, no le encanta tanto esta parte, el prefiere todo lo rápido, el ahora, el instante, le entendemos, pero constantemente le pedimos que aprecie el camino, es una enseñanza que deseamos sembrar en él, porque hemos descubierto el gran tesoro de disfrutar el presente.
En medio del viaje decidimos verificar si había alguna tienda de café cerca, —para ser sincera no teníamos muchas esperanzas porque esta es un área bastante desolada y retirada de donde abundan los comercios — para nuestra sorpresa Google Maps nos dejó saber que a minutos de donde estábamos en ese momento había un Mercury’s Coffee To Go, así que nos desviamos un poco para llegar aquí, siendo esta nuestra primera parada, mucho antes de llegar al destino. Para nosotros los puertorriqueños el cafecito caliente de la tarde es sinónimo de estar listos para el resto del día. Así que con café en mano, regresamos a la ruta en dirección a Tolt McDonald Campground Park, en Carnation, Washington.
Luego de unos 15 minutos más de recorrido, pasamos una gran siembra de fresas, un puente hermoso color verde claro y rápido a la izquierda visualizamos el letrero color marrón con el nombre del parque donde estaríamos quedándonos por 3 días, bajo las estrellas, a la luz de la luna. Entramos por una angosta carretera. Pasamos algunas casas antes de ver un estacionamiento a mano izquierda y una hacienda majestuosa, en medio de un gran terreno verde, a mano derecha, justo al frente de nosotros un portón color rojo, estaba cerrado. Decidimos llamar a la otra familia que estaría acampando con nosotros para que nos dieran instrucciones de qué hacer para entrar y listo, nos adentramos a este mágico lugar.
Un camino lleno de naturaleza, con una carretera estrecha que formaba un círculo, fue nuestra carta de bienvenida a eso de las 2:45 de la tarde. Inmediatamente mirando a nuestra derecha apreciamos un puente suspendido en el aire que cruzaba el río Snoqualmie y que conecta con un sendero llamado ‘Cottonwood Loop’. El agua de este río era de color verde casi turquesa, —es algo bastante común en los cuerpos de agua de esta zona —como si lo pintaran con acuarela, lo admiramos con asombro.
Una vez nos adentramos al área, vimos RVs —también conocidas como casas rodantes— estacionadas en sus respectivos espacios, personas disfrutando del lugar, jugando, cocinando y niños corriendo felices. Nos fuimos acercando a nuestro espacio —número 15 y 16— para irnos ambientando. Estacionamos nuestra guagua, nos bajamos y comenzamos a explorar en lo que la otra familia llegaba para comenzar a hacer el montaje juntos.
De repente miré al cielo, estaba pintado de un azul brillante, las nubes grises habían desaparecido. El contraste del verde de los árboles y el cielo azul me dejó sin palabras. Mientras miraba al cielo apareció una persona haciendo ‘paragliding’, un deporte que se practica bastante en WA. El color del ‘paraglider’ era amarillo, la perfecta combinación para completar esta paleta de colores.
La familia que esperábamos llegó unos minutos después, más o menos eran las 3:30 pm. Comenzamos a montar la caseta y todo lo demás. Nosotros estábamos aprendiendo sobre acampar en general. Aunque habíamos acampado en PR, todas las experiencias habían sido «fracasos», especialmente con la filtración de agua en la caseta. Esta pareja nos compartió varios trucos para evitar este tipo de problemas y gracias a esto —fueron completamente efectivos— no tuvimos filtraciones, ni mayores contratiempos. Una vez las casetas estaban listas, lo siguiente que preparamos fue el área de cocinar y la mesa para comer. Nos organizamos para ser eficientes y cuidadosos con esta área debido a que acampar en el área oeste de los EU requiere de seguir ciertas recomendaciones gubernamentales para evitar atraer osos y otros animales que puedan poner en peligro a las personas.

Los niños aprovecharon la tarde de este hermoso lunes, inicio de semana, para jugar libremente, hasta que llegó la noche. La única luz que teníamos disponible era la que colocamos en la carpa del área de cocina y la que teníamos en nuestras cabezas para cuando fuéramos a caminar al baño, esto nos permitió disfrutar del cielo estrellado, ver la vía láctea, como hacen años no veía. Yo creo que desde el Huracán María no veía el cielo tan espectacular. Una bendición enorme haber estado aquí, disfrutando de este momento tan especial.
Se acercaron las 9:00 de la noche y las actividades nocturnas comenzaron. Nuestro amigo empezaba a construir la fogata que además de servirnos para hacer s’mores en grupo, nos calentaba. Ver la manera en que colocaba las maderas, en forma de tipi, adentro del ‘fire pit’, fue de aprendizaje para nosotros. Adicional, vimos como colocó entre la madera la lana de ropa que recoge la secadora y enseguida le pregunté; por qué usaban estas fibras de ropa entre la madera, enseguida me ofrecieron la respuesta, me comentaron que; «esta lana se forma de fibras que son flamables que permiten al fuego mantenerse encendido por más tiempo». ¡Otro nuevo aprendizaje!
Por más que nos preparemos, estas aventuras traen sorpresas inesperadas. Nuestro amigo rescató nuestro sueño en la primera noche. Eran las 11:00 de la noches y nos dimos cuenta que el colchón que compramos para este momento estaba vaciándose y en la oscuridad no podíamos ver qué estába pasando, así que la pareja nos dijo: «Nosotros tenemos otro colchón adicional que traímos por si acaso ocurría una emergencia», respiramos, hicimos el cambio y al fin a eso de la media noche pudimos acostarnos luego de un largo y activo día.
Ariel e Irael durmieron perfectamente bien, yo me desvelé bastante escuchando los animales. A diferencia de Puerto Rico, que en la noche se escuchan coquíes, aquí el sonido que más escuché durante la noche fue el de los sapos tamaño ‘jumbo’. Este sonido es totalmente nuevo para mi, sinceramente no podía diferenciarlo, pensaba en cualquier animal al escucharlo. Pude confirmar que era un sapo cuando escuché el ruido de este al caer al agua y se hizo el silencio. En general pasamos una noche fría, pero tranquila, más tranquila de lo que preveía. En la mañana todos preguntaban: «¿Escucharon el ruido de anoche?», «eso sonaba a un oso», decían los nenes con cara de susto y curiosidad, pero comprobamos que detrás de nuestra caseta había algo parecido a un pequeño pantano y sí, ahí estaban los sapos más grandes que he visto en mi vida.
Llegó el martes y nos despertó un amanecer de ensueño
Eran las 6:45 de la mañana y presenciamos un amanecer de espectáculo en este hermoso martes, lucía un azul tenue mezclado al amarillo del sol. Estábamos en el medio de la nada. Solo escuchábamos los pajaritos y los niños levantándose. Inmediatamente fuimos a preparar nuestro café. Utilizamos una greca roja, que me recordó a mi isla querida —tus raíces las llevas a donde quiera que vayas— y la manera bastante común de hacer café puertorriqueño. Hacíamos el café por tandas porque la greca era pequeña y habíamos 4 amantes del café, esperando ansiosos ese primer sorbo en medio del frío mañanero. Nos servimos el preciado líquido color marrón oscuro en nuestros vasos y aquí fue donde realmente comenzó el día. Seguido a esto, preparamos el desayuno para todos. Un momento de caos maravilloso, de esos que vale la pena vivir muchas veces en la vida, aunque te sientas casi al borde de la locura.

Nos vestimos para hacer senderismo y nos fuimos a visitar las veredas cercanas que nos llevaron hasta el río Snoquolmie a eso de las 10:00 am. Un río bastante caudaloso —que mirábamos con mucho respeto—, por esta razón los nenes jugaban con el agua solo en la orilla. Camino al río, la flora nos regaló lo mejor que tenía. La diversidad de flores estaban por donde quiera. Aprendimos sobre algunas plantas venenosas, —para poder identificarlas y evitar situaciones— las que vimos son bastante parecidas a las plantas de la fruta ‘blackberry’, pero a diferencia de estas, las venenosas no tienen espinas.







En esta vereda se nos pasaron las horas. Aproveché para capturar algunas fotos y regresamos para almorzar a eso de la 1:00 de la tarde. Más tarde jugamos a la pelota, soccer, cartas, conversamos, reímos, Ariel tocaba guitarra y contemplamos la naturaleza. Mientras todo esto ocurría, preparábamos todo para cocinar la cena antes de que oscureciera, en los veranos suele oscurecer tarde, pero estábamos comenzando a ver el verano; así que el sol desaparecía a eso de las 7:30 de la noche. El menú fue unas papas asadas con hierbas junto con carne asada al BBQ, todo quedó delicioso, quedamos satisfechos. Obviamente, en las últimas horas de la noche de este día hubo más fogata, más s’mores chocolatosos, risas y unas cuantas discusiones entre niños por quién sabía hacer mejores s’mores y quién no, los ‘marshmallows’ quemados fueron más que los que saboreamos.
Te preguntarás: «¿Qué pasó con el colchón?» Te cuento. Durante este día descubrimos que se le había hecho un roto, tal vez al llenarlo afuera de la caseta, encima de la brea, llena de piedritas, provocamos este accidente, lo escribo y me da risita —si vas a acampar llena el colchón de aire adentro de la caseta, por favor— pero por suerte aparecieron parchos con pegamento y logramos arreglarlo. Recordatorio: Añade parchos de estos a tu equipo de acampar.
Otra noche llena de estrellas. Esta vez con algo más de nubes, se sentía que pronto la lluvia llegaría. Eran cerca de las 12 de la noche y hacía más frío y más viento que la noche anterior, pero estábamos listos porque lo sabíamos de antemano, esto era parte de la aventura. Los sapos hicieron su concierto, pero esta vez ya yo sabía que era lo que escuchaba y dormí mucho mejor.
Un miércoles lluvioso nos despertó
La lluvia nos levantó en la mañana del miércoles. Eran cerca de las 8 de la mañana y debíamos apresurarnos porque debíamos estar fuera del área a las 11:00 am. Comenzamos a preparar el café, preparar el desayuno, desmontar casetas, recoger equipos, organizar todo en cajas, desmontar carpas, sillas, en fin, ya te podrás imaginar este cierre en compañía de la lluvia, fue épico, un desastre divertido. Entre todos nos ayudamos para terminar pronto y poder dejar el espacio limpio para las próximas personas que estarían por llegar a vivir esta experiencia única. A eso de las 11:10 de la mañana nos despedimos de Tolt McDonald Campground Park y salimos hacia nuestros hogares.

Aún no se acababa la misión, ahora en la tarde al llegar a la casa, tocaba la parte dura; sacar todo para secarlo, acomodarlo y tenerlo listo para el próximo camping, que esperamos sea muy pronto. Teníamos que hacer esto en el momento para evitar que el agua dañara el equipo. La descripción de nuestras caras en ese momento eran algo así como: ¡Muertos, pero felices!
Este miércoles regresamos a casa sintiéndonos acogidos, cuidados y amados aún estando tan lejos del lugar donde se nos vio nacer. Agradecidos de vivir nuevas experiencias de vida que nos hacen crecer siempre un poco más y sobre todo estirarnos para vivir momentos que en nuestro status quo no los hubiésemos logrado vivir.
Gracias por acompañarme en el camino de la vida;
Un fuerte abrazo para ti;
Betsy✨
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